Rodríguez-Lescure es jefe de Oncología Médica en el Hospital General Universitario de Elche.

Rodríguez-Lescure es jefe de Oncología Médica en el Hospital General Universitario de Elche. Pablo García Santos

Ciencia

"Soy oncólogo y quieren que hable de renovables": el timo del 'príncipe nigeriano' de los congresos

Cada día, los investigadores reciben ofertas sospechosas para dar conferencias. El jefe de Oncología de Elche cuenta su experiencia.

21 abril, 2024 02:08

Álvaro Rodríguez-Lescure es un oncólogo e investigador de prestigio. Jefe de Oncología en el Hospital General Universitario de Elche y profesor de Ciencias de la Salud en la Universidad Miguel Hernández, ha sido presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica y lleva casi 30 años como parte del Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama, que desarrolla investigaciones independientes en este tipo de tumor.

Su fama ha llegado tan lejos que, hace poco, recibió una invitación para ser ponente en un congreso científico que se va a realizar en Tailandia a finales de noviembre. La peculiaridad es que no quieren que hable de cáncer sino... de energías renovables.

"Es un infierno, me llegan ofertas todos los días", cuenta a EL ESPAÑOL. "Me escriben para hablar de cambio climático, de veterinaria, de oceanografía, de resistencia de materiales..."

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Claro está, hay gato encerrado. Todos los días se celebran congresos locales, regionales o mundiales sobre los más variopintos campos de especialización. Es la forma que tienen los investigadores de conocer gente con sus mismos intereses, estar al tanto de los últimos avances en su área de especialización y presentar los trabajos propios.

Sin embargo, los congresos a los que se refiere Rodríguez-Lescure no sirven para nada de eso. "Son congresos depredadores".

El oncólogo hace un símil con las llamadas revistas depredadoras, que han proliferado con el auge de internet y el acceso abierto en la ciencia.

Para hacer frente a las cuotas de suscripción de las revistas más prestigiosas (a más prestigio, mayor precio), a lo largo de la primera década de este siglo comenzaron a surgir revistas de acceso abierto, a las que cualquiera con una conexión a internet podía acceder.

Al ser gratuitas, estas revistas sufragan sus gastos —servidor, diseño, edición— cobrando a los que quieren publicar en ella.

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Lo que en principio parecía una gran idea ha acabado transformándose en una estafa. A medida que las revistas de acceso abierto iban ganando popularidad aparecían otras con aspecto de científico pero cuyo único fin era el recaudatorio.

Mientras que las revistas científicas de mayor prestigio hacen una criba de artículos y someten a revisiones a los pocos seleccionados, estas revistas depredadoras aceptan cualquier cosa y la publican tal cual.

Se aprovechan de lo que se conoce en el mundo académico como el modelo 'publica o perece'. Si un investigador quiere optar a becas y proyectos, más le vale que tenga un currículum bien nutrido de artículos publicados. Las revistas depredadoras ofrecen esa oportunidad.

El 'príncipe nigeriano' de la ciencia

Los congresos depredadores se basan en la misma idea. Asistir a este tipo de reuniones puntúa a la hora de optar a una plaza académica, como también lo hace exponer trabajos (póster), dar una conferencia o formar parte de su comité científico. Y estos congresos ofrecen todo esto por módicos precios.

"Todos los días, y no soy nadie especial, recibo en el correo electrónico seis o siete solicitudes de revistas depredadoras", cuenta Rodríguez-Lescure. "Y tres o cuatro propuestas para congresos depredadores.

Algunas de las ofertas que llegan no son solo absurdas por ser de otros campos distintos al suyo.

"En 2020, cuando estábamos todos confinados, me escribió una señora para un congreso en Lisboa. Le contesté algo así como '¿no ve que no podemos salir de casa?' Evidentemente, no me respondió".

Se lamente que "no hay filtro de spam que me libre de ello". Está tan acostumbrado que tarda menos de un segundo en identificar cuándo es una propuesta seria y cuándo una depredadora.

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"Son todas muy parecidas. Casi siempre hacen referencia a un artículo tuyo que has publicado y aparece en repositorios de estudios como PubMed. Copia-pegan el título sin ajustar siquiera la tipografía y el tamaño de la letra".

"Dicen cosas como '¡Qué gran artículo ha escrito usted! Estamos encantados con su trabajo sobre no sé qué. Nos preguntamos si usted querría contribuir, etc.' Según empieza la primera frase, ya lo sabes". Comenta con sorna: "Es como la versión científica del timo del príncipe nigeriano".

Realiza el mismo símil el físico Joaquín Sevilla. "Recibo estos mails casi a diario. Es nuestro 'príncipe nigeriano' específico. Es tan continuo y burdo, la mayoría de las veces, que no engaña salvo por equivocación".

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Sevilla, catedrático de Tecnología Electrónica en la Universidad Pública de Navarra, es autor –junto al biólogo Juan Ignacio Pérez Iglesias– de Los males de la ciencia, un libro donde enumera todos aquellos problemas que ponen palos en las ruedas del desarrollo científico.

"Hace años guardaba algunos, por tener un poco de [archivo] histórico, pero hace ya tiempo que los borro en cuanto llegan", reconoce.

"También es verdad que se mezclan con publicidad legítima de congresos reales (y buenos) y de otros que son depredadores, con nombres y grafías que recuerdan a los buenos... como la ginebra Larios".

Por ejemplo, el congreso tailandés al que invitaban a Rodríguez-Lescure se llama Renewable Energy 2024, Asiaenergy. Tiene una web que, a simple vista, podría dar el pego. Cuenta generalidades como que el congreso "ofrece a los asistentes numerosas oportunidades prácticas para explorar avances innovadores en el campo del sector energético" y tiene pestañas donde se pueden ver las sesiones científicas, los conferenciantes invitados o la forma de enviar tu trabajo científico.

Por supuesto, el mayor número de ofertas que le llegan a este oncólogo es de congresos sobre cáncer. Por ejemplo, el 10th World Congress on Cancer Research and Therapy (10º Congreso Mundial sobre Investigación y Terapìas sobre Cáncer), que se celebrará este junio en Praga.

Pagar por hablar

En principio, puede dar el pego (incluso anuncian una sesión plenaria a cargo de un "nominado" al Premio Nobel) pero algunas cosas llaman la atención. No aparecen por ningún lado los logos ni el apoyo de sociedades médicas ni de la industria farmacéutica (omnipresente en este tipo de congresos).

La agenda es bastante pequeña para ser un congreso mundial. En el de la Sociedad Americana de Oncología Clínica, el mayor del planeta, es inabarcable, con cientos de conferencias, mesas redondas, talleres, sesiones plenarias, etc.

De hecho, su reunión anual se celebra en McCormick Place, un palacio de congresos que parece una ciudad, con salones de actos gigantescos —y repletos de asistentes— y una sala de prensa donde cabría un avión de pasajeros.

Las fotos de pasadas ediciones del World Congress on Cancer Research and Therapy muestran salones de hoteles y un atril con un pequeño cartel y unas cortinas de fondo.

Este año hay programadas unas 18 sesiones cada uno de los dos días (todavía hay huecos disponibles para conferenciantes de última hora) y todas, sin excepción, son nombres de estudios ya publicados.

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"Cogen como referencia un artículo que hayas publicado para que hables de ello", explica Rodríguez-Lescure. Eso sí, por un módico precio: 799 euros. También puedes acogerte a la modalidad de póster (presentaciones más pequeñas en grupo) por 499.

"No me cabe en la cabeza que haya gente que pague" sostiene. "Pero si llegan ofertas todos los días es porque alguien pica y lo hace".

El oncólogo reflexiona sobre quién puede prestarse a ellos. Estudiantes de doctorado que empiezan y quieren hacerse un nombre, investigadores extranjeros donde la presión por publicar y por rellenar el currículum sea extrema, o gente que se dedica a la investigación básica y que su trabajo depende de ese 'publica o perece'.

"Las publicaciones no tienen la misma importancia para un médico como yo, que soy clínico, que para un biólogo o un investigador básico. Pero este tipo de acciones no logran factor de impacto (citas de otros investigadores a tu trabajo, que es como se mide la 'calidad' científica) y dudo de que tengan algún tipo de valor. Pagar por barrabasadas, en el fondo, no deja de ser un sistema que se corrompe".