Salman Rushdie en la Feria de Fráncfort de 2023. Foto: Elena Ternovaja

Salman Rushdie en la Feria de Fráncfort de 2023. Foto: Elena Ternovaja

Letras

Salman Rushdie responde al fanatismo con 'Cuchillo': el triunfo de la palabra sobre el terror

Su nuevo libro es un diario sobre la transformación experimentada tras sobrevivir al cruel atentado. En él hay dolor pero también, esperanza.

23 abril, 2024 01:51

El 12 de agosto de 2022, treinta años después de la fetua del ayatolá Jomeini contra Salman Rushdie por sus Versos satánicos, un joven desconocido atacó al escritor con un cuchillo mientras impartía una conferencia en la Chautauqua Institution de Nueva York, un centro creado para promover la cultura y la tolerancia.

Cuchillo

Salman Rushdie

Traducción de Luis Murillo Fort. Random House, 2024. 208 páginas. 23,90 €

Quince puñaladas casi acaban con su vida. Milagrosamente, Rushdie sobrevivió, no sin pasar una larga temporada en el hospital y sufrir dos pérdidas importantes: la visión de un ojo y la movilidad de la mano izquierda.

Cuchillo es la respuesta al ataque del fanático al que Rushdie solo alude con la primera letra del alfabeto. “A” de agresor, asesino, alcornoque. “A” confesó que había adoptado la decisión de matar al escritor tras leer dos páginas de Versos satánicos y escuchar algunas de sus charlas en Youtube.

[Salman Rushdie en los brazos de Nueva York]

Tras el brutal atentado en París contra el semanario satírico Charlie Hebdo, Rushdie escribió: “La religión, una forma medieval de sinrazón, cuando se la combina con el armamento moderno deviene una amenaza real contra nuestras libertades”. El fanatismo odia la sátira, pues “siempre ha sido una fuerza en pro de la libertad y contra la tiranía, la falta de honestidad y la estupidez”.

Ocho años más tarde, el extremismo religioso conseguía su objetivo de ejercer la violencia contra un escritor escéptico, amante de los placeres mundanos y con un espíritu burlón. Afortunadamente, el asesino carecía de los conocimientos necesarios para infligir heridas mortales.

'Cuchillo' es un título que anticipa lo que hay en sus páginas: dolor, violencia ciega, pero también humor

El ángel de la muerte solo era un chapuzas que buscaba su minuto de gloria. A pesar de todo, Rushdie sufrió gravísimas lesiones y pasó un auténtico calvario hasta que obtuvo el alta hospitalaria. Impotencia, perplejidad, dolorosas curas, shock postraumático.

Cuchillo, subtitulado Meditaciones tras un intento de asesinato, no es un texto moral o político, sino introspectivo. Salman Rushdie rechaza la posibilidad de convertirse en un “mártir de la libertad”. Su libro no es, sin duda alguna, una vigorosa apología de las sociedades libres, sino una especie de diario sobre la transformación interior experimentada por el superviviente de un cruel atentado.

La violencia es profundamente desestabilizadora. La mente no sabe cómo reaccionar después de descubrir de forma traumática la fragilidad de la vida. Gracias al transcurso del tiempo y las sesiones con un psicoterapeuta, Rushdie logró superar el dolor psíquico y dormir sin pesadillas.

Escribir Cuchillo contribuyó al proceso de superación, pero eso no significa que la experiencia no haya dejado un profundo surco en su memoria. Pasar página es imposible.

[Salman Rushdie, icono de la libertad de expresión]

“¿Quién soy yo?”, se pregunta el escritor británico-estadounidense de origen indio. “¿Soy la misma persona que era el 11 de agosto, o ahora soy una diferente? En más de un sentido no soy el mismo”. Es imposible volver al estado anterior, pero sí se puede rebajar la angustia y la frustración. Se aprende a convivir con un recuerdo áspero y afilado.

Las puñaladas no solo hieren la carne. También desgarran el alma. O, si se prefiere, la mente. Rushdie excluye la idea del perdón: “Yo NO te perdono. Simplemente, me traes sin cuidado. […] Me alegro de vivir mi vida, no la tuya. Y la mía seguirá adelante”.

Rushdie se inspiró en el ejemplo del jugador de críquet Mansur Ali Khan, que perdió la visión de un ojo a los veinte años después de sufrir un accidente automovilístico. Esa limitación no le impidió convertirse en capitán de la selección india de críquet. Apodado el Tigre, logró ser un gran bateador, pese a enfrentarse a lanzadores colosales.

Rushdie señala que a lo largo de su carrera se le han atribuido distintas personalidades. Primero, un blasfemo, un ser demoníaco e impío para muchos musulmanes; después, la prensa amarilla británica le describió como un escritor arrogante y engreído; por último, el atentado le otorgó el papel de paladín de la libertad de expresión.

[Salman Rushdie rompe su silencio tras el apuñalamiento: "Fue un ataque colosal"]

Salman Rushdie no se identifica con ninguno de esos roles. Repudia el papel de “Barbie virtuosa”. Considera que solo es un hombre que intenta superar lo sucedido y seguir escribiendo libros. La sombra del cuchillo siempre estará ahí, dividiendo su vida en dos. No ha perdido solo la visión de un ojo. Su mirada se ha vuelto más oscura, pero también ha descubierto nuevos destellos de luz.

El pesimismo de Rushdie se aplaca al evocar el heroísmo de Henry Reese, el organizador y moderador del evento que casi le cuesta la vida. Reese, un hombre mayor y poco atlético, hizo frente al agresor con valentía. Ayudado por varios miembros del público, logró inmovilizarlo y desarmarlo. “Aquella mañana”, señala Rushdie, “experimenté, casi simultáneamente, lo peor y lo mejor de la naturaleza humana”. Frente a la maldad y la estupidez del terrorista se alzó el valor y la abnegación.

No ha perdido solo la visión de un ojo. Su mirada se ha vuelto más oscura, pero también ha descubierto nuevos destellos de luz

Rushdie no lamenta haber escrito Los versos satánicos. Jamás se le ha pasado por la cabeza pedir perdón. Sería una forma de claudicar ante el terror. El escritor debe ser un bocazas, debe molestar, decir lo que otros prefieren omitir por miedo o por comodidad. Nadie anhela el dolor, pero “sin las desgracias de nuestros días pasados no seríamos lo que somos ahora”.

Rushdie destaca el papel de Rachel Eliza Griffiths, su actual esposa, que le proporcionó cuidados y apoyo emocional durante los duros meses de rehabilitación. El fanatismo es una fuerza poderosa, pero el amor mitiga su capacidad de herir, humillar e intimidar.

Aunque se declara pesimista (“si este es el mejor de los mundos posibles, los universos paralelos deben de ser un verdadero infierno”), Rushdie celebra el amor y la amistad. “Hay que ir al encuentro de la vida”, comenta a Eliza. “Uno no puede esperar sentado mientras convalece tras haber rozado la muerte. Uno tiene que encontrar la vida”.

Cuchillo es un título que anticipa inequívocamente lo que podemos encontrar en sus páginas: dolor físico y psíquico, violencia ciega, horror moral. Sin embargo, también hay humor, esperanza y gratitud. Al igual que el Nobel egipcio Naguib Mahfuz, apuñalado por islamistas radicales, Salman Rushdie ha vuelto a escribir, venciendo al fanatismo que pretendía silenciarlo. La palabra ha triunfado sobre el terror. No se me ocurre nada más iluminador.

La literatura no es un simple entretenimiento, sino una de las mejores herramientas para humanizar la convivencia y espantar las sombras del odio y la intolerancia. Los terroristas solo dejan un rastro de ruinas, desolación y muerte. En cambio, la literatura es una semilla que fructifica sin tregua, garantizado esa diversidad que los intransigentes desearían destruir.

Espero que la escritura de Salman Rushdie siga fluyendo con su mezcla de realismo y fantasía. La imaginación es siempre el mejor dique contra la barbarie y el mejor abono para esa frágil flor que es la civilización.