El escritor español Luis Mateo Diez (c) recibe los aplausos, entre otros, de los reyes de España, Felipe VI y Letizia, del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), y de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (d), tras recibir el Premio Cervantes 2023 durante una ceremonia celebrada este martes en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. Foto: Ballesteros / EFE

El escritor español Luis Mateo Diez (c) recibe los aplausos, entre otros, de los reyes de España, Felipe VI y Letizia, del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), y de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (d), tras recibir el Premio Cervantes 2023 durante una ceremonia celebrada este martes en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. Foto: Ballesteros / EFE

Letras

Luis Mateo Díez recibe el Premio Cervantes despojado de ego: “Nada me interesa menos que yo mismo”

El escritor leonés ha recogido el galardón más importante de las letras hispánicas en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares.

23 abril, 2024 14:13

La mañana en que Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) ha recibido el Premio Cervantes se parecía poco a sus novelas, en las que la niebla condiciona el devenir de las tramas. Este martes amaneció luminoso, como el personalísimo estilo que lo ha llevado a alzarse con el galardón más importante de las letras hispánicas, aunque azotado por el viento. En los libros del escritor leonés, algo perturbador se cierne siempre sobre las peripecias de sus personajes, a menudo extraviados, melancólicos.

A la entrada del Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, cuya Aula Magna ha acogido la solemne ceremonia, se escuchaban abucheos contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y vítores al rey Felipe VI. Mientras tanto, el creador del Reino de Celama permanecía completamente ajeno. Ya confesó en la reciente entrevista con El Cultural que estaba deseando que acabaran "los apremios del premio" para regresar a sus libros, los que le dan el verdadero sentido a su vida. "En la experiencia de lo imaginario he encontrado la experiencia vital más apasionante", dijo en otro momento a esta revista.

Agradecido, no obstante, ha ascendido hasta un púlpito que, según le parecía, propiciaba "el examen de conciencia y la predicación". Elevado por la sonrisa cómplice de amigos y otras tantas personalidades de la cultura española, que en sus rostros desvelaban su profunda admiración, el escritor ha desgranado en su discurso los hitos que determinaron su trayectoria. En primer lugar, ha celebrado "la suerte" de tener una infancia que encarriló su camino como escritor.

Luis Mateo Díez recibe el Premio Cervantes.

Aunque fue un niño de posguerra en el vasto páramo leonés, con los "lastres" que esto implicaría, "la geografía y el paisanaje de mi niñez no llegaban a enturbiarse del todo", ha reconocido. Muy pronto la literatura se inoculó en su vida para siempre. Convertido "en un diminuto ser embelesado por la oralidad y las culturas populares", descubrió que "leer era un maravilloso entretenimiento" y que "en los libros había variedad de vidas y aventuras", mientras que en los personajes encontró "una deuda que había que saldar".

Se habrá decepcionado quien esperara de este discurso una diserción autorreferencial, tal vez cuajada de consignas políticas, como acostumbramos a escuchar en actos de esta índole. Antes al contrario, Luis Mateo Díez ha dedicado su reflexión, cimentada en el peso de unas palabras nunca intrascendentes y en la riqueza de su excelso vocabulario, a sus "héroes del fracaso": los personajes que, sometidos a "una atrabiliaria condición de extravío", han configurado su universo literario, definitivamente inseparable de su biografía.

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Para que estos afloraran, y así un día publicara La fuente de la edad La ruina del cielo —ambos reconocidos con el Premio Nacional de Narrativa y con el Nacional de la Crítica—, resultaría crucial la aparición del "caballero de la triste figura". A Díez le gusta imaginar que, animado por la lectura en voz alta de uno de sus maestros, Don Quijote surcó un día la nevada de los campos leoneses para quedarse junto a él. La novela de Cervantes fue la que nuestro escritor escuchó "con mayor deleite y aprovechamiento".

"Mi relación con Don Quijote tuvo un aliciente misterioso, rodeado de algún secreto deslumbramiento", ha confesado. Pero aquel "hidalgo de los de lanza en astillero" no era un héroe como los de los tebeos, advirtió Díez. "Tenía otra catadura, era más bien un antihéroe", comprendería más tarde. Así sus personajes, de quienes reconoce que "no tienen tanta nobleza, pero son conscientes de alguna heroicidad. A ellos vivo entregados, ya que son ellos los que me salvan a mí".

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Así terminaría su aclamado discurso. Despojado de aura, sin el menor atisbo individualista. No en vano, antes diría: "Nada me interesa menos que yo mismo". Y es que "de esa actitud proviene lo que narrativamente me importa", ha dicho, pues volviendo a sus personajes, "esos otros son de los que quiero apropiarme". Consciente de que no le pertenecen, se muestra siempre a su servicio para llevarles a extremos a los que el propio escritor jamás llegaría.

La vida es para Luis Mateo Díez "como una narración". Su intención de vivirla es "la invención de vivirla". Todo pasa por "una conquista de lo ajeno" y su verdadero interés estriba en "el devenir de otras vidas que no fueran la suya". Desde que asimilara las leyendas que escuchó en los filandones del campo leonés, "contar la vida" fue su "aspiración", ha asegurado, mientras que hacerse cargo del sentido de la misma se tornaría más tarde "una socorrida encomienda". Aunque lo ha conseguido, no deja de mirar con "desaire" cualquier convención "que me incline a bajar la guardia".

Era, por tanto, el momento de que este "octogenario de salud razonable y consciente de las ausencias correspondientes", según se define él mismo, bajara del estrado para volver a Celama, a sus Ciudades de Sombra, donde la vida le parece mucho más habitable. Antes escucharía los elogios de Ernest Urtasun, ministro de Cultura, y después los del rey Felipe VI. Sospechamos, no obstante, que mientras sonaban las primeras notas del Gaudeamus igitur, el himno universitario que clausuraría el acto, su mente ya estaba en otro sitio. Que la imaginación de Luis Mateo Díez, nuestro Premio Cervantes, volvía a imponerse.